martes, 30 de junio de 2015

Dia del Instructor


Cuando se atiende un llamado,  los humanos procuramos hacerlo con presteza y convencimiento.  Prontitud en la atención y firmeza en la tarea a la que se nos ha convocado, han de ser las actitudes imprescindibles para que la  misión encomendada resulte gratificante. La vocación, aquella señal que leemos en nuestro trasegar para orientar nuestra vida en la búsqueda de un ideal, sólo es auténtica, sino falseamos nuestro sentir, ni traicionamos los dictados interiores de la conciencia.  

Formar, instruir y orientar,  son  oficios que exigen seres comprometidos y esencialmente vocacionales.  Nada más lamentable que aquel ser llegado a la docencia por tropiezos en ocupaciones fallidas o por razones de estricta supervivencia. Instruir y formar sin vocación, sólo convertirá a los instructores en fuentes inagotables de amargura y generará aprendices infelices, para armar un cuadro  dantesco de minutos infernales en ambientes  de aprendizaje envueltos en llamas de tedio y bostezo.

Es por eso que hoy deseo invitarlos a que aviven el fuego perpetuo de aquella vocación que se les iluminó en los años escolares, y que gracias a la confabulación venturosa del destino, lograron convertir en la actividad principal de sus vidas.  Si las plantas requieren abono permanente y continuo riego, el ejercicio docente reclama, más que ningún otro, fertilizar la tierra que con temeraria frecuencia, amenaza con volverse desierto. Saben ustedes que una palabra oportuna, una consejo sabio y un abrazo sincero, pueden definir el rumbo extraviado de cualquiera de nuestros aprendices. Así mismo, una iracundia descontrolada, una infortunada amonestación, o una evitable descalificación, puede frustrar y obstruir un talento.


Hoy, día del instructor, debemos festejar la lucha de quienes con abnegación, se han esforzado para aportarle al país con la nobleza de la enseñanza y la palabra sincera del diálogo. Ustedes han posibilitado que el florecimiento de los talentos de nuestros aprendices  sean encausados por el sendero de la civilidad y el trabajo digno. Como artífices de vocaciones, han multiplicado la experiencia que el acervo acumulado de años de aprendizaje, textos estudiados, pruebas realizadas y vivencias, les han permitido forjarse como faros para jóvenes que han optado por la educación como camino de surgimiento. A ustedes, mi admiración y gratitud, por ser instructores con vocación. 

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